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Nótese, pues, cómo opera la ciencia materialista, despilfarrando una cantidad exagerada de unidades de energía, para lograr este tipo de transmutación, ya que, para la transmutación metálica, no es necesaria la electricidad generada por nuestras centrales hidroeléctricas.
El secreto de los llamados "Polvos de Proyección", no se ha conocido, ni siquiera en los textos de alquimia que abundan por todas partes, no porque los Adeptos desconocieran este secreto, sino porque siempre estuvieron dispuestos a no revelarlo.
Cuando el Alquimista, por las incesantes Sublimaciones Mercuriales, ha logrado crearse sus vehículos planetarios metálicos (Cuerpos Solares: Astral, Mental, Causal, etc.), y haber fijado el Oro Filosófico en estos Cuerpos Metálicos, entonces estos átomos de Oro, podrán ser proyectados en agua pura. Esta agua pura, así cargada con átomos de Oro, puede perfectamente transmutar el plomo fundido en un crisol en oro puro, oro de la mejor calidad.
Sólo, pues, quien tenga Oro en su Aura, en sus Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, puede transmutar plomo en oro. Podría darse que, por alguna gracia muy especial, alguien recibiera de un Adepto (Alquimista Verdadero), una pequeña parte de estos polvos de proyección, en forma líquida o pulverizada.
Seguidamente, transcribimos algunos párrafos del escritor Jacques Sadoul, en donde se podrá apreciar el testimonio indiscutible de dos notables científicos sobre la realidad de la transmutación metálica.
"Nuestro primer testigo será JUAN BAUTISTA VAN HELMONT. Este médico y químico belga (nacido en Bruselas en 1577) hizo uno de los principales descubrimientos científicos: el del gas. Percibió la presencia del ácido carbónico y por deducción, comprendió que se trataba de un nuevo cuerpo químico. (...) Descubrió también la existencia de hidrógeno sulfurado en el Intestino grueso del cuerpo humano; comprobó la presencia de un jugo ácido segregado por el estómago; preparó el ácido clorhídrico, el aceite de azufre, el acetato de amoniaco, etc. Parece difícil imaginar mejor testigo para el caso de transmutación."
"Por otra parte, Louis Figuier se ve obligado a escribir lo siguiente, aunque se esfuerce por demostrar la irrealidad de las transmutaciones: 'los filósofos herméticos han citado siempre con gran aplomo el testimonio de Van Helmont para sustentar como verídico el hecho general de las transmutaciones. Desde luego, resulta difícil encontrar una autoridad más fidedigna e impresionante que la del ilustre médico y químico cuya justa fama como sabio sólo es comparable a su reputación de hombre recto. Las circunstancias en que se realizaban las transmutaciones eran suficientemente insólitas para causar asombro, y es comprensible que el propio Van Helmont se sintiera inclinado a proclamar la verdad de los principios alquímicos tras la singular operación realizada por él mismo.' "
"Allá por 1618, cuando trabajaba en su laboratorio de Vilvorde, Van Helmont recibió la visita de un desconocido que quería, según dijo, conversar con él sobre una materia de
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